sábado, 13 de diciembre de 2014

Navidades con Maggie


Maggie  estaba  contenta  pero  nerviosa,  pues  se  acercaban  las  vacaciones  de  Navidad. Necesitaba sacar buenas notas y así recibir los regalos que había pedido en su carta a los Reyes Magos  días  antes.  A  ella  no  le  gustaba  ir  al  colegio,  pero  había  mejorado  mucho  en  su comportamiento y esperaba conseguirlo.

Esa mañana, al mirar por la ventana, vio el jardín  cubierto de blanco por la nevada que caía, y pensó:

-Seguro que hoy no hay clase y podré jugar con mis amigas en la nieve… – y recordó todos los planes que tenían para esos días.

Tan pensativa estaba que no oyó a su madre que le llamaba para desayunar. Bajó corriendo las escaleras diciendo:

-¡Ya voy, mami! ¡No te oía!... ¿Podrán venir Pili yMili a casa?
- Sí, le dijo su madre, pero antes tendrás que arreglar tu habitación, que está hecha un lío.

Cuando llegaron sus amigas decidieron hacer un muñeco de nieve. Estuvieron de acuerdo en que los ojos fueran dos trozos de carbón. Luego Pili quiso que la nariz fuera una zanahoria, pero Mili dijo:

-No! Pregúntale a Maggie y verás como dice que es mejor con un pimiento colorado.
-¿Por qué?
-Pues porque cuando hace mucho frío, la nariz se pone como un pimiento. Lo sabe todo el mundo.
-Bueno, pues la boca –dijo Maggie – que sea un tomate.

Además le pusieron un sombrero viejo, una bufanda con rayas de colores y un bastón.
-¡Bien! ¡Viva! – gritaron de alegría al verlo terminado.

Le llamaron Don Pim Pon, y fue su mascota.

Luego siguieron tirándose bolas y deslizándose con el trineo sin parar una y otra vez.

- Ahora me toca a mí – decía Mili – ya he estado mucho tiempo empujando.
- ¡de eso nada! - Dijo Maggie – ¡para eso es mío!

Y  así,  subiendo  y  bajando,  entre  enfados  y  bromas  pasaron  la  mañana,  y  terminaron agotadas esa tarde.

El último día volvió al colegio a recoger las notas, que afortunadamente eran buenas esta vez.

Esa tarde, junto a sus hermanos, la dedicaron a montar el belén, al que no le faltaba de nada.

Las figuras eran de cerámica y las había hecho todas su padre. Cada año celebraban en casa un concurso de disfraces y el ganador elegía una nueva figura para añadir al belén, y que el padre de Maggie hacía con mucha ilusión.

Ocupaba un  gran espacio en  el salón,  y el él había  un  ángel,  los  pastorcillos  junto  a  la hoguera, el río con las lavanderas y un grueso puente de piedra y madera por el que pasarían muy pronto Melchor, Gaspar y Baltasar, llevando consigo las cartas.

Los  niños  de  la  casa  se  levantaban  cada  mañana  para  ver  si  los  Reyes  Magos  habían avanzado hacia su destino, y misteriosamente comprobaban que se acercaban más cuando el día anterior se habían portado bien.


También  adornaron  un  árbol  a la entrada  de  su casa,  al que  pusieron bolas  de  colores, espumillón y una gran estrella luminosa en su copa.


El día de Santo Tomás su padre les despertó temprano para ir al mercado que ponían los aldeanos en la plaza del pueblo con sus mejores productos.


-¡Vamos chicos! ¡Arriba!, que llegamos tarde - les decía.


A  Maggie  no  le  importaba  madrugar  ese  día  en  el  que  iban  a  elegir  el  pavo  para  la Nochebuena. Se divertía mucho viendo todo aquello lleno de animales, entre la muchedumbre, y el griterío que organizaban vendedores y clientes en la puja por encontrar la mejor mercancía a buen precio.


Y llegó el mágico día 22, el de la lotería, en el que los niños de San Ildefonso cantarían con sus angelicales voces el número del gordo de Navidad.

Estaban todos impacientes junto a la radio escuchando el sorteo. ¿Sería en esta ocasión su décimo el agraciado?

-¡Oh, no! - Tampoco esta vez la fortuna les quiso favorecer.
-Bueno - se dijeron – tal vez el año que viene.

La  nochebuena  se  presentaba  fría,  y  había  que  calentar  bien  la  casa  encendiendo  la chimenea y las estufas. El comedor estaba adornado con bonitas guirnaldas colocadas de lado a lado, que hacían resplandecer más aún las lámparas de cristales.

La  mesa  estaba  vestida  con  todo  lujo  de  detalles.  Esa  noche  se  ponía  el  mejor  mantel bordado a mano por su madre, que era de colores muyvivos formando dibujos de “Papá Noel”, campanillas y estrellas. A Maggie le dejaban ayudar formando las figuritas de mazapán que a todos les encantaban.



Esa noche se cenaba pronto, sobre las nueve, pues alas doce en punto, iba toda la familia a la tradicional misa de gallo. Luego se juntaban con los amigos y vecinos y regresaban a casa a comer el turrón y a jugar hasta la madrugada. Era una gran noche.

Estaban a punto de sentarse a cenar cuando sonó el timbre de la puerta. Al abrir vieron a un joven andrajoso pidiéndoles comida o limosna. Los padres, emocionados, pensaron en su hijo Carlos,  que  estaba  estudiando  en  el  extranjero,  pues  aparentaba  su  misma  edad  y  le preguntaron enseguida:

-¿Qué haces con este frío por la calle, tú solo, pidiendo?¿Acaso no tienes familia?

Él les contó que se llamaba José y que se había escapado de casa porque no se llevaba bien con su padrastro.

-No puedes estar solo esta noche. Te quedarás con nosotros y ocuparás el lugar de nuestro hijo Carlos – le dijeron.

Después de asearle y ponerle ropa limpia, le sentaron con todos a la mesa. Pasaron una inolvidable velada, cantando y riendo en paz y armonía.

A la mañana siguiente, José había desaparecido, pero encontraron una nota que decía:

“Estoy muy agradecido por todo lo que  habéis  hecho  por mi  en  Nochebuena. Ahora  me arrepiento de haber discutido con mi familia. Volveré a casa para abrazar a mi madre que seguro que me espera con los brazos abiertos. Adiós”.

Nunca más volvieron a saber de él, pero ellos quedaron contentos de haber hecho algo bueno de haber pasado una Feliz Navidad.

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